En el siglo XV se la conocía como “Estella la bella” y en la actualidad sigue haciendo honor a este adagio: es ciudad románica que atesora palacios, casas señoriales, iglesias, conventos, puentes y hermosos edificios que le han valido el sobrenombre de “la Toledo del norte”.
Aunque en su término se han encontrado algunos restos arqueológicos que nos retraen a la Edad del Bronce, Estella-Lizarra data su nacimiento en el año 1090, cuando el rey Sancho Ramírez le otorgó su Fuero, es decir, una serie de normas en las que trataba de privilegiar el asentamiento de pobladores, de origen francés, que permitiesen la diversificación económica del reino y aprovechar la importancia que la peregrinación a Santiago de Compostela estaba alcanzando en estos momentos. Por esto mismo, el rey no dudó en alterar la ruta inicial que transcurría por el término de Zarapuz, señorío del monasterio de San Juan de la Peña, hacia el monasterio de Irache, derivándola hacia el nuevo asentamiento.