El pequeño barrio de Oma, en Kortezubi, encierra en las cercanías de las cuevas de Santimamiñe un enclave singular conocido como el Bosque Animado.
Creado en 1984 por el escultor y pintor bilbaíno Agustín Ibarrola, este bosque encantado es un espacio mágico que apunta una nueva relación entre naturaleza y arte. En él, el artista dejó huellas en árboles y piedras, con el propósito de unir el trabajo de los ancestrales artistas del Paleolítico con la tendencia moderna del land art, una corriente artística que trabaja directamente sobre el entorno natural, siendo el propio paisaje el lienzo del pintor.
De esta forma, Ibarrola se limitó a pintar la superficie de los pinos, consciente de que el soporte que utilizaba no es inerte como el lienzo. La mayoría de las figuras se reparten entre diferentes arboles, situados en distintos planos de profundidad. Así, Ibarrola, al cubrir de colores y de vida cientos de pinos, compuso un inmenso lienzo que cada visitante puede recomponer jugando con las perspectivas mientras camina. Nos encontramos ante la posibilidad de construir una obra personalizada por medio de las decisiones que tomamos en el interior del bosque, caminar por uno u otro sendero, mirar en diferentes direcciones… Existe, por lo tanto, un bosque diferente para cada uno de los que lo visitan.